Pero si usted que me está leyendo
decide salir de la duda se encontrara con lo siguiente: al preguntarle a un
militar si es uribista o no, obviamente el no vacilara en contestarte que los
militares no participan en política; pero, si le preguntas a un grupo de
militares que actualmente no hacen parte de las filas activas del Ejercito por
algún caso en particular (No se acostumbra a usar la palabra ex militar, porque
un militar nunca dejara de serlo, así como nunca has visto a un ex médico o un
ex arquitecto), se presentara una disyuntiva en cuanto a sus respuestas. Podrás
percibir perfectamente respuestas que te confundirán, a tal punto de no
entender de donde vienen estas posiciones tan contradictorias y tan opuestas a
las que creías en un principio.
Pues bien, yo hago parte de ese grupo
de militares que a diferencia de muchos no me considero Uribista.
En muchas de mis publicaciones me han
tildado de guerrerista, de fascista, de paramilitar y de una cantidad de
improperios que ya son muy subidos de tonos y que no valen la pena
mencionarlos; pero, a la luz de la verdad, les confieso que no me han causado
ningún daño y mucho menos afectaciones psicológicas que me lleven a contradecir
mi formación, mis posturas y mis convicciones. Y como se lo he dicho a muchos
de mis amigos más cercanos: “esas no son penas para un guerrero patriótico”.
Yo admiro mucho al señor Álvaro Uribe
Vélez, he tenido la oportunidad de leer algunos de sus libros y me parecen muy
asertivos, además, coincidimos en muchos posicionamientos e ideas, incluso,
armonizo con el hombre en que somos muy disciplinados y estrictos, bueno,
también en que así como él, igualmente he recibido los mismos patronímicos
insultantes; por eso creo que muchos se estarán sorprendiendo al leer este
artículo, porque me han visto en su misma línea, pero ojo, no se confundan, una
cosa es coincidir y la otra es ser su seguidor.
Como ya lo venía diciendo, desde mi
punto de vista me parece que es un gran titán político, un hombre de gran
valor, y sin conocerlo personalmente el país percibió a una persona trabajadora
y berraca (como buen Antioqueño). Hombre inteligente y de actitudes serias,
pero, que lastimosamente no supo ni ha sabido como asesorarse bien y contar con
buenos equipos de trabajo que lo hayan llevado a prevenir varios desaciertos
políticos y poder evitar tomar malas decisiones.
Como militar no activo de las Fuerzas
Militares, puedo inferir que uno de esos desaciertos a los que me referí con
anterioridad es el abandono y la espalda que les dio a los militares privados
de su libertad. Acabó con la justicia penal militar en lugar de fortalecerla,
envió a sus mejores soldados a la guerra con lanzas pero sin escudos y nuestros
escudos debieron ser la protección jurídica.
Y con esto no me refiero a ser impune
¡ señores !, me refiero es a tener las mínimas garantías de que el accionar militar
en el área de operaciones fuera custodiado y vigilado con una justicia que
protegiera tanto al militar como al enemigo abatido, que salvaguardara a
nuestros militares en el desarrollo del debido proceso, que asegurara la
protección de la cadena de custodia de las diferentes pruebas y que pudiera
evitar la compra de testigos falsos;
como presidente omitió ante el poder judicial exigir respeto en derecho,
para una defensa digna ante un tribunal imparcial y justo y no como se ve aun,
que muchos militares enfrentan estrados judiciales de una justicia infiltrada y
permeada por la izquierda; no demandó respeto por la protección de los derechos
humanos de sus hombres (porque los derechos humanos también aplican para la
humanidad de ellos). Absolutamente nadie hablo por ellos y prácticamente nada
de esto se evitó durante el gobierno de Uribe. ¿Cuál fue el resultado? Una
cacería de brujas por parte de la fiscalía y el ente judicial, llenando las
cárceles ordinarias de militares, vulnerándose muchos de sus derechos y
llegando a una suma de 1500 militares privados de su libertad; con esto se
cercenó la moral combativa de las tropas, muchos fusiles se silenciaron y entro
el miedo a nuestras filas para no ser judicializados infamemente.
Justicia tan infiltrada zurdamente,
que los militares percibimos las protestas de la rama judicial junto con los
diferentes paros que se promovieron durante este periodo presidencial por el
inconformismo de salarios y demás, como la excusa para dictar condenas a los
militares. Llegamos a considerar, que por cada militar condenado, representaba
una respuesta agresiva ante el ejecutivo por la negativa de las diferentes
pretensiones ante al gobierno. Entendimos que el fin era deslegitimar la
política de seguridad democrática como fuera, sino se accedían a las exigencias
que hacían las asociaciones sindicales en sus protestas.
¿Hubo errores operacionales y excesos
militares? Eso le compete a la justicia determinarlo, pero no puede ser
concebido echar en un mismo saco todo lo que huele a camuflado sin antes pasar
por un análisis y unas pesquisas detalladas de cada proceso judicial.
Se llegó al descaro de que un juez se
dedicara exclusivamente a llevar procesos penales de militares, cargando hasta
más de 15 procesos y obviamente todos con fallos condenatorios. A este juez se
le sumaban el mismo fiscal y el mismo abogado de las víctimas que pertenecía a
una ONG de derechos humanos con tendencia izquierdista, todos estos abogados
adelantando los mismos 15 o más procesos. Cuando veían que un servidor del
ministerio público no apoyaba la teoría del caso de esta terna, procedían a
cambiarlo y si no podían, omitían todos sus alegatos de conclusión. Existen
casos de compra de testigos falsos, de militares con condenas a cuestas y que
nunca fueron a juicio, es decir, condenados como reos ausentes, se presentaron
violaciones al debido proceso y a la exclusión de testimonios y pruebas
cruciales donde se comprobaban la inocencia de muchos de estos militares.
Uribe y su equipo de trabajo no se
dieron cuenta de esta guerra jurídica, no la previnieron y no la anticiparon. Lastimosamente esa guerra judicial hoy por hoy va detrás de él y va a
patrocinar el indulto de los máximos cabecillas de las Farc, porque aún está en
ejecución ese plan estratégico judicial por parte de los terroristas Habaneros.
Está guerra jurídica fue diseñada por los tentáculos políticos de las Farc para
ser consumada hasta más allá de la toma del poder, junto con la constituyente
que busca la refundación de la patria. Esto para mí fue y ha sido un gran
desacierto y no es solo eso, sino, que fue un gran error garrafal por lo que el
país se verá en la obligación de presenciarlo y enmendarlo en el
“posconflicto”.
Como buen militar, dentro de mi
formación castrense, cuando fui cadete me enseñaron algo llamado “lealtad” y
esto para nosotros es una consigna estipulada bajo el lema del Ejercito
Nacional (Patria, Honor, Lealtad), Uribe la aplicó para con nosotros y eso es
difícil de perdonar; por algo será que nuestro código penal colombiano tipifica
la deslealtad como traición a la patria y nosotros nos sentimos traicionados.
Además, cuando el confía ciegamente en Santos le da el aval y el respaldo para
que fuera presidente y el hacerlo significo que traicionara las banderas de la
política de seguridad democrática, con el agravante de que éste tampoco atacó
la guerra jurídica sino que la termino patrocinando. Hoy día el señor Uribe Vélez
está sintiendo el dolor de una traición y lo que ese error esta representando, creo que
debe de estar frustrado al no haber podido prevenir este caos, porque lo de hoy
es el resultado de su periodo presidencial.
Se podrá criticar el proceso de paz
como tal, incluso yo soy uno de sus férreos críticos, pero con tristeza me
atrevo a decir que las Farc nos ganaron la guerra y no con las armas sino con
política y con la complacencia de Santos. La ganaron implementando la guerra
jurídica y la guerra asimétrica, conceptos desconocidos por la política de
seguridad democrática que no fueron tenidos en cuenta para prevenirlos y contrarrestarlos.
Tristemente las Farc son los únicos
que han hablado de los militares privados de la libertad, pero no con el fin de
representarlos sino de botar un salvavidas al mar para que los militares se
prendan de estos y no se sigan ahogando con sus condenas de 20, 30, 40, 50 y
demás años y así poder subirlos al barco de la paz. Ellos nos tiraron al mar y
ahora nos salvan, que ironía. Este párrafo que estoy escribiendo quiero que lo
lean con tono de desprecio, porque no me satisface escribir una realidad que
incomoda a muchos, en especial a mí. Ese salvavidas se llama justicia
transicional, diseñada para indultar terroristas, terminar de condenar los
militares que les quedaron faltando y darles la libertad a los oficiales,
suboficiales y soldados que ya llevan más de 8 años privados de su libertad;
terminó siendo la única voz de estos militares que fueron arrodillados
jurídicamente y prácticamente podríamos decir que es su única salida. Ya lo que
Uribe y su equipo de trabajo pretendan hacer ahora es demasiado tarde; le diría
al señor senador evocando las palabras de nuestro señor Jesucristo en la cruz que “Todo está Consumado”.
¿Cuáles serán los resultados de esta
ofensiva jurídica? tendremos terroristas absueltos de todos sus crímenes
haciendo política con armas, usaran las estadísticas que le dejarán la guerra
jurídica, la guerra asimétrica y la justicia transicional para así poder
equiparar ocho años de política de seguridad democrática- que para mí a pesar
de todo fue efectiva esta política, ver publicaciones anteriores sobre los 15
años del plan Colombia- a 60 años de masacres, secuestros, extorsiones,
narcotráfico, terrorismo y súmele muchos etcéteras porque seis décadas de
barbaries no las puedo resumir en tan solo dos renglones. Nos doblegaron y el
país sentirá el resultado de ese craso error.
Estas son mis razones por las que no me considero uribista, ahora veremos con que otros apelativos me tildaran los que
santifican al señor Álvaro Uribe y que terminan rayando con el fanatismo. Creo que a las personas hay que decirle las cosas como son y hacerle
notar sus errores así como hoy lo estoy haciendo. Aclaro, si no me considero uribista
mucho menos santista, petrista ni todo lo que termine en terrorista ¡válgame Dios!
Señor senador, si usted puede leer
esta publicación quiero que pueda comprender que no todos los militares lo santificamos, usted puede representar muchas de nuestras posturas y podemos
coincidir en otras, incluso, podemos seguir la misma línea, pero eso no
significa que algunos lo sigamos con fanatismo ortodoxo.
La construcción de la patria no debe pesar en los hombros de un solo hombre
sino en la construcción democrática de quienes nos duele la República y
queremos hacer de ella que sea siempre grande, respetada y libre. Entiendo que usted es humano y tiene errores, pero el objetivo es reivindicarlos y se puede hacer mucho para subsanar las heridas de los que en algún momento nos sentimos traicionados. Ademas, como buen patriota le quiero decir que podríamos trabajar hombro a hombro por esta patria que tanto amamos y no dejarla a la merced de los terroristas.
Quiero terminar diciéndole que para edificar
país, debemos de reconocernos con nuestros errores y creo que a las personas que
uno admira se les debe respetar haciéndole caer en cuenta de sus faltas, siendo
claros y no refiriéndose con hipocresías y con falsas diplomacias. Y ojo, porque así lo hacen muchos que usted tiene a su alrededor, tiene muchos aduladores, fanáticos, hipócritas y falsos.