miércoles, 17 de mayo de 2017

Carta de un soldado herido en su honor

Bello, Antioquia. Miércoles 10 de Agosto 2016

Con dolor de patria escribo estas palabras sobre el papel del olvido, con el corazón en mis manos palpitando de dolor, con el alma delirando de tristeza y con un gran nudo atorado en mi garganta. Manifiesto en letras lo que mis labios desgastados vienen proclamando en mudas manifestaciones, denuncias y consignas levantadas al silencio que: “Colombia NO MERECEN NI MERECERÁN nunca el sacrificio que nuestros soldados han hecho por la defensa de la democracia y la institucionalidad del país”, sin embargo, a pesar de no merecer tal sacrificio ahí siguen y seguirán firmes para defendernos, con la humildad que conlleva el ser uno entre mil y con la bendición de Dios el poder ofrendar su vida por una patria sin memoria y sin agradecimiento.

Quien escribe esta carta soy yo, un patriota que ha sido humillado en su honor y en su ser pero jamás doblegado, un soldado de la patria que con gallardía ha afrontado la demencial maquinaria judicial izquierdista implementada desde la guerra jurídica pero que aún sigue en pie de lucha con su equipo de combate y que aún está dispuesto a dar la pelea hasta más allá de lo creíble, así ya no tenga más dinero en mi bolsillo por causa de la defensa ejercida ante un monstruo colosalmente jurídico que a su paso dejó solo ruina económica pero jamás decaimiento de la moral. Lo que sí es claro, es que no estoy solo, junto a mi existen compañeros de armas  con la férrea convicción de que mancillar nuestros nombres no acabarán con nuestro ímpetu de combate judicial.

Con mis soldados, fuimos señalados, calumniados y condenados, fuimos a todas las instancias que pudimos, luchamos por defender nuestro nombre, honor e inocencia, sin embargo, las sentencias fueron condenatorias presentándose falta de garantías procesales donde no se consideraron ni tuvieron en cuenta pruebas cruciales a nuestro favor que demostraban lejos nuestra inocencia.
Asumí junto con mis subalternos la condena impuesta por una justicia imparcial- a pesar de no estar de acuerdo con ella ni con sus fallos-, respete las decisiones de los encargados de impartir justicia con la obediencia que un soldado de la patria aprende religiosamente desde el primer día que se pone las botas –a sabiendas que pertenecían muchos a ONG´S de izquierda-, y a pesar del señalamiento injusto que recibí le cumplí al país y a la justicia pagando físicamente hasta el último día.

Pase por cárceles, penales y centros militares penitenciarios viendo como la guerra jurídica desmoronaba poco a poco la institucionalidad y acrecentaba la humillación y destitución de los mejores soldados de un Ejército grande y victorioso desde Bolívar, Santander y Córdova.

Desde los barrotes vi cómo se sumaban a esta pena compañeros valientes y valerosos que asumieron sin titubear la consigna constitucional, vi como la moral de las tropas decayó dudando de una misión que se convirtió absurda. Y fue así como recibimos el desprecio y el olvido no solo de Colombia sino también del mismo Ejercito que en su momento nos dio la espalda, sumado a este, un gobierno que fue sordo ante el clamor de los que pedíamos garantías jurídicas –no impunidad, sino derecho a un juicio justo- y la reforma de la justicia penal militar.

Compartí con delincuencia común, guerrilleros y gente de Autodefensas; nos sentamos en la misma mesa, jugamos futbol, celebramos días de madres, días de amor y amistad y fue ahí donde pude evidenciar como nuestras vidas hacían una pausa dentro de esos muros. Vi la cara y los ojos de la humanidad de cada uno de los actores de este conflicto. Sin embargo pude darme cuenta que así como nosotros los oficiales, suboficiales y soldados que nos encontrábamos con los grilletes puestos ejercíamos nuestra defensa jurídica, los demás actores seguían sus mismas convicciones sin renunciar con ello a sus causas y sus ideales. Compartimos los mismos espacios pero la hoja de ruta no cambiaba y seguíamos acompañando y apoyando a los que afuera de la prisión no estaban en pausa, nosotros a nuestros soldados y ellos a sus camaradas.

Desde los barrotes observe un país ajeno e indiferente, esa no era la Colombia que juré ante Dios y la bandera defender o bueno por lo menos creí haber jurado defender otro tipo de país. Lo que nadie podrá entender es que los militares asumimos la responsabilidad que muchos no quisieron asumir, porque la patria se fortifica, se construye y se defiende, la patria no se levanta solo criticando desde un sofá o la comodidad de la casa sino caminándola y edificándola y eso es lo que nuestros valerosos militares han asumido desde el día que juramos bandera –nadie más jura ante Dios un compromiso tan grande. En Colombia no les gusta asumir compromisos ni responsabilidades, por eso no lo hacen-.

Antes de finalizar esta carta escrita con decepción, no quiero dejar de lado lo único positivo que encontrarás en ella y es reconocer y exaltar el apoyo siempre recibido desde los principios de mi carrera militar hasta hoy por parte de mi familia, fueron y son incondicionales conmigo creyendo aún en la inocencia mía y la de mis hombres. A mis amigos más cercanos que me visitaron y estuvieron al tanto de mí, gracias, el señor los recompensará. Por último, doy gracias a Dios todo poderoso que no me ha dejado caer ante los grandes tropiezos de una profesión odiada por muchos pero asumida por pocos con gallardía y sin cobardía.

Posd: Mis memorias quedarán recopiladas y registradas en el libro que me encuentro actualmente escribiendo.







martes, 16 de mayo de 2017

¿El lado aceptable de la violencia?




“No se acepta ni se concibe que ponerse una camiseta del Che, de Pablo Escobar, o dibujar la imagen de estos asesinos en universidades y barrios sea lo más sano y conveniente para una sociedad que busca pasar la página de la violencia”

Latinoamérica es un continente con un arquetipo histórico muy parecido entre sus estados, el común denominador es que éstos aún en nuestro actual siglo se encuentran en constante formación y consolidación de estados garantistas que administren bien los recursos y supla las necesidades de sus conciudadanos.

Durante esa búsqueda incansable por encontrar el mejor sistema político, social y económico para ser implementado en cada uno de sus países se han venido presentando realidades de muy pocos amigos. Las luchas internas por independizarse y ser autónomos desencadenaron batallas, conflictos y enfrentamientos internos a sangre y fuego. Esta fotografía bélica se repitió en cada rincón geográfico de nuestras montañas Andinas, Cariocas, Incas, Aztecas y Mayas donde buscamos liberarnos del yugo español y portugués, luego desligarnos del control norteamericano e inicia la puja interna por saber qué hacer con los designios de cada nación.
Es por esto que podemos evidenciar momentos críticos de nuestra historia donde la reclamación por una reivindicación nacional desde el ámbito político, social y económico fue la constante, es así como se nos presentan en diferentes fechas del siglo XX momentos de violencia como la revolución mexicana, la revolución cubana, Revolución sandinista en Nicaragua, dictaduras bajo la consigna de no permitir la implementación del comunismo, guerras civiles, grupos terroristas con consignas Marxistas, Leninistas y Maoistas, luchas y enfrentamientos bipartidistas a muerte y un sin número de justificaciones que han llevado a que Latinoamérica se convierta en una prueba de error y ensayo sobre lo que es pertinente y beneficioso para cada país y que no.

En Colombia por ejemplo, llevamos 200 años de República y aún no sabemos qué hacer con esta gran nación, pasamos por épocas sanguinarias de violencia y por momentos en que los actores intervinientes en este conflicto tienen una justificación desde todo punto de vista para enfrentarse e imponerse.
Pero, la pregunta que me aboca en estos últimos años es: ¿La justificación de la violencia es buena dependiendo de quien la ejerza? Yo creo que esta pregunta merece una respuesta con gran contenido académico desde la sociología, la psicología y las ciencias políticas. Por lo pronto me remitiré a lo empírico a lo que vengo observando en nuestra gran cultura hispana.

Desde todo tipo de nivel social se puede evidenciar las preferencias de un grupo cultural, étnico y artístico por alguien que de una u otra manera evoque reivindicación o identidad de una lucha de clases, por esta razón vemos como muchos sin darse cuenta justifican el uso violento bajo premisas de tipo ideológico y político.

Desde la revolución cubana se hizo famosa una imagen del Che Guevara, fotografía que ha sido incesantemente reproducida por aquellos que justifican una causa política de tipo comunista y socialista. Pero no es solo eso, esta imagen que ha sido estampada en camisetas se convirtió junto con la “hoz y el martillo”[1] en un símbolo de la revolución con ideas Marxistas- Leninistas. Lo que muy pocos saben es que detrás de las ideas existe una doctrina y como doctrina conlleva a una implementación de índole ideológico, político y el más importante que es de tipo militar donde se procede a ser ejecutada al pie de la letra, es por esta razón que estas revoluciones no se hicieron solo bajo discursos políticos libertarios y pacifistas, sino que su ejecución y posterior implementación se debió al adoctrinamiento militar soviético, donde entrenaron a los militantes de estas organizaciones pare desarrollar acciones de tipo insurgente e irregular. Basta con leer el libro negro del comunismo para comprender como es el lineamiento de este modus operandi[2] de como persiguen y exterminan cualquier indicio de oposición ya que no es permisible una contra revolución, es por eso que se instaura un régimen autoritario. 

Detrás de esta consolidación ideológica hay una política de muerte, represión y persecución quien fue desarrollada por personajes como los hermanos Castro, y sus esbirros Camilo Cienfuegos y el mismo Che Guevara, o que lo diga Huber Matos Benítez quien fue dirigente revolucionario y terminó siendo perseguido y encarcelado por 20 años por traición y sedición. Gracias a Fidel –no quería convertirlo en mártir- que prefirió la cárcel no fue ejecutado a pesar que el Che y Raúl querían ponerlo en la palestra y darle muerte para que sirviera de escarmiento a quien decidiera revelarse contra ellos. Casos como este se multiplicó por miles, el fin era consolidar el sueño revolucionario, lo vergonzoso es que hoy por hoy muchos jóvenes sin conocer la historia portan camisetas del Che como si se tratara de un rock star o de un salvador, cuando la verdad fue un asesino sin precedentes.

A este fenómeno izquierdista Latinoamericano se le suman las dictaduras militares con tendencias de derecha, que por temor a ser implementado estos proyectos revolucionarios y subversivos decidieron hacerse del poder a la fuerza, sin importar en muchos casos pasar por encima de muchos de sus conciudadanos y sus democracias –vale la pena aclarar institucionalidades débiles-, su consigna, Combatir el comunismo y el socialismo a como diera lugar, no podían permitir que lo que se desarrolló en Cuba se implementara en sus países, tal es el caso de Chile, Argentina etc. Estas medidas desembocaron en represiones casi iguales a las que sufrían los disidentes cubanos, en este caso los que apoyaban las ideas soviéticas y la Cuba revolucionaria fueron perseguidos por el régimen dictatorial.
En últimas, ambas pujas de poder desencadenaron momentos de violencia sin precedentes en la historia Latinoamericana.

La apología al delito es muy fuerte, en Colombia por ejemplo, abundan las camisetas no solo del Che sino de Pablo Escobar, esto es generar un tipo de aceptación a la violencia que desencadenaron estos asesinos -es decir, esta violencia es buena- cosa diferente sería si alguien apareciera con una camiseta de Pinochet o de algún dictador –violencia mala- ahí si la mismas personas que promueven al Che se le irían encima intolerablemente a lincharlo, ¿acaso esta no es una democracia? Así como hay camisetas y murales del Che y los secuaces de Fidel, Pablo Escobar etc. ¿porque personas que piensan distinto no podrían expresar su afinidad con otros personajes que usaron la violencia para sus fines pero de otra línea?

Ahora bien, mi reflexión es abordar la aprobación del tipo de violencia. No se acepta ni se concibe ponerse una camiseta del Che o de Pablo Escobar, mucho menos dibujar la imagen de estos asesinos en universidades y barrios. No es lo más sano ni conveniente para una sociedad que busca pasar la página de la violencia, eso es hacer apología al delito.

La realidad es que ninguna violencia es buena sea de un lado o del otro, el autoritarismo genera represión y esta a su vez muerte social y humana, por esta razón no es conveniente que gente que se cree pacifista aparezca con imágenes de asesinos en camisetas y mucho menos en murales, si es así, deberíamos aceptar entonces cualquier reivindicación a la tendencia de alguna comunidad como tal contraria a esta, eso nos haría más tolerantes. No se puede combatir un solo lado y justificar el otro, o combates ambos por igual o no lo hagas, pero no podemos dejar que la sociedad clasifique la violencia y los asesinos sean etiquetados unos como aceptables y otros odiadas y rechazados. La violencia es violencia sin estratificaciones.





[1] La hoz y el martillo () es un símbolo que representa la unión de los trabajadores, generalmente es usado para representar al comunismo.
[2] Expresión que en latín significa "modo de operar”, se refiere en general a la manera de proceder de una persona o de un grupo de personas.