Autor: Christopher Rivers
Con la llegada de los
juegos olímpicos que se realizan cada cuatro años, Colombia empieza a sentir
fiebre olímpica y los ojos empiezan a recaer sobre los llamados deportes
individuales que son prácticamente los deportes insignias de estas justas
deportivas incrementándose la ansiedad por conocer el desempeño de nuestros
atletas olímpicos con el tricolor patrio en su pecho y uniforme. En este periodo
de cuatro años nuestros más grandes deportistas han dejado cuerpo, alma y espíritu
por seguir una rutina de entrenamiento que los llevaron a estar en las grandes
ligas de los deportes tradicionales desde la antigua Grecia.
Hoy, cuando faltan unos pocos
días del encendido de la llama olímpica me atrevo a realizar un juicio propio y
crítico de los posibles comentarios de calle que se escucharán a lo largo de
nuestra geografía colombiana sobre los factibles resultados deportivos en estas
competencias olímpicas y estas críticas se las haré a esa masa de colombianos
promedios que terminaron convirtiendo la crítica en un mal llamado “criticar”.
En Colombia, mis
compatriotas desde hace unos años para acá volvimos la crítica un juicio
negativo pormenorizado, aplastante y destructivo sobre una acción de tipo público
(a veces sobre actuaciones de tipo privado); según la real academia de la
lengua española define la palabra crítica -siendo ésta un adjetivo- como: “Inclinado a enjuiciar hechos y conductas
generalmente de forma desfavorable”. Pero a su vez define el verbo criticar
sobre dos definiciones, la primera: “Analizar
pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia
de que se trate” Y la segunda: “Hablar
mal de alguien o de algo, o señalar un defecto o una tacha suyos.” De
acuerdo a lo anterior el colombiano promedio accede a la segunda definición,
donde la acción de criticar la volvieron una destrucción verbal de forma
negativa, tan negativa que acaba con palabras los juicios y las actuaciones de
quien las realiza.
Teniendo ya nuestra definición
clara, Colombia se volvió un país de criticones, donde lo único que hacen es
criticar sin juicios de valor el desempeño de las personas que “SI” hacen,
realizan y actúan bajo un sentimiento de
superación personal para obtener resultados de forma individual pero con eco
colectivo; y me quiero referir en este caso a nuestros grandes y emblemáticos deportistas.
¡Si! a esos hombres y mujeres que día a día se hacen solos y se forman solos, a
esos hombres y mujeres que se esfuerzan jornada tras jornada, noche y día por
dejar el nombre del país y la bandera en la cúspide del mundo, esos que con
hambre físico superan infinidad de obstáculos para convertirla en hambre de
victoria donde su fatiga es superada bajo el fuego del espíritu, mereciéndose el
apelativo de “gladiadores deportivos”.
Esos son nuestros deportistas que se hacen con las uñas, retando las
adversidades y venciendo lo imposible.
La semana pasada al
terminar el tour de Francia al no darse el resultado esperado que era el
triunfo de Nairo Quintana sobre el británico Christopher Froome, empezó a
llover todo tipo de críticas y entre esas las del colombiano del común afirmando
de forma tajante: “ Nairo es un miedoso,
Nairo es un blando, a Nairo definitivamente le falta mucho es mejor que se
dedique a otra cosa más bien” y de ahí en adelante todo tipo de
calificativos incultos que no merecen que les gaste ni una sola letra en este artículo.
Acaso -pregunto yo-, ¿alguno
de nosotros le tocó sacar de su bolsillo y decirle a Nairo en su época de formación,
que le daba los pasajes para que pudiera ir a otra ciudad fuera de Boyacá y
este muchacho pudiera competir y foguearse?, los criticones dirán que eso no es
problema de ellos que para eso está el estado y yo les respondo que Nairo
tampoco tiene obligación con ningún de nosotros porque el estado no lo apoyo
como debía de ser, porque las políticas estatales en cuanto al deporte son muy
nefastas en comparación con países como Brasil y Estados Unidos; y si Nairo
esta donde esta es por amor familiar, amor propio, por deseos de superación y porque
en su momento contó con las personas que reconocieron su potencial, en ese
momento jamás estuvieron los criticones apoyando. Lo que sí es verdad es que
gracias a ese esfuerzo de nuestro Nairo hoy los colombianos podemos sacar pecho
y sentir sus victorias como nuestras a pesar de que son ajenas a nosotros.
Esa ausencia estatal en
el deporte no es un invento mío, lo viví yo mismo cuando era un niño donde competía
por Palmira y el Valle en atletismo en la categoría infantil, tocándonos vender
empanadas, hacer rifas para conseguir dinero y costear tanto pasajes como viáticos
cuando competíamos fuera del departamento; y les estoy hablando de una potencia
nacional deportiva como el Valle del Cauca que se pelea año tras años juegos nacionales
con Antioquia, y si esto sucede en el Valle imagínense por un momento como les toca
a nuestros deportistas en departamentos como Casanare, Caquetá, Meta, Amazonas,
Putumayo, Boyacá, Santanderes y demás.
Válgame Dios si no
conseguimos los resultados esperados en los olímpicos, los criticones de calle
de nuevo empezaran a hacer de las suyas y a estos se les suman los de redes sociales,
donde no hacen nada por construir país pero si son los primeros en tirar teclas
venenosas contra nuestros deportistas, en apuñalar con sus palabras los
esfuerzos casi solitarios de un excelso grupo de gladiadores que se mueven bajo
el deseo de poner a sonar el himno nacional en mundiales y olímpicos, a pesar
de que el estado solo aparece bajo la figura de otros oportunistas llamados
politiqueros. A esos si hay que tenerles miedo, solo aparecen en cámaras y en
fotos regalando casas y prometiendo cosas a nuestros deportistas con el fin de
salvar la imagen casi deteriorada que tienen en las encuestas. Solo en ese
momento de victoria aparecen los que fueron invisibles alardeando con triunfos
ajenos y volviéndolos en triunfos políticos.
No olvidemos que el
deporte, el arte y la cultura es lo que hace grande un país y aquí faltan muchos
Nairos, Anaconas, figueroas, salazares, asprillas, y mujeres berracas como
Mariana Pajón, Jacqueline Rentería, María Isabel Urrutia, Yuri Alvear, Catherine
Ibargüen, entre otras.
Usted que me lee si es uno
de esos criticones, donde el criticar es su pan de cada día, le aconsejo que se
pregunte si usted construye o destruye país, cuestiónese si usted ha acompañado
jornada tras jornada los entrenamientos de nuestros deportistas, y recuerde si
usted apoyo moralmente a nuestros representantes deportivos, si no lo ha hecho
coja su crítica, dóblela y guárdela en el bolcillo de su camisa, porque aquí lo
que necesitamos es constructores de país y no destructores de sueños. Si su excusa radica en echarle la
culpa al estado, pues le recuerdo querido amigo que ahí también la culpa es
suya, porque usted acolita elecciones tras elecciones los mismos corruptos, se
amanguala con las malas administraciones, promueve los clientelismos, apoya la corrupción
no denunciándola, compra votos y conciencias, además, tampoco se ha preocupado
por ser un agente generador de cambio sino un destructor de buenas acciones.
Artículo
dedicado a nuestros deportistas anónimos que se esfuerzan día a día por
conseguir sus resultados a pesar del poco apoyo estatal, a mi tío Gustavo Ríos
por ser el apoyo incondicional de mi prima Daniela Fitzgerald Ríos promesa del
ajedrez vallecaucano quien a sus 13 años ya ha dejado el nombre del valle en lo
más alto a nivel nacional.