Ser policía en uno de los
países con mayores índices de inseguridad en el mundo y con un cáncer a cuestas
llamado narcotráfico no es fácil, más difícil aún, cuando este macro problema
se camufla dentro de la sociedad siendo el combustible económico de las
diferentes bandas delincuenciales, carteles de narcotráfico, bandas criminales
y narco guerrillas. Sumado a lo anterior, ser policía en un país con una crisis
social evidentemente reflejada con muchas carencias desde el desempleo, la
pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades para poder por lo menos
vivir dignamente hace más complicado aún el panorama.
No es fácil ser policía en un
país con una enorme crisis institucional de parte de todos los organismos estatales,
sin políticas claras a la hora de ejercer una política exterior seria, sin
capacidad de tener un libro blanco propio de seguridad y defensa –que es lo más
descabellado que no exista en un país con un conflicto de más de cincuenta
años- y con unos índices de corrupción tan elevados que permean todos los
sectores sociales del país.
Y ante esta crisis social,
para un policía es más complicado tener que soportar ese inconformismo social
en las calles y pueblos encarnado con sentimientos de rabia y resentimiento de la
gente del común que al pasar caminando por el lado de un uniformado lo mira con
desprecio, pretendiendo creer que este ser humano y ciudadano –porque todo
policía también es un ser humano y ciudadano a la vez, con los mismos deberes y
derechos del ciudadano del común- encarna la
culpa de todos los males juntos del país, y éste a su vez, debe tener el
temple y el aguante suficiente para poder soportar cualquier intento de
agresión verbal o física. Porque si está claro que no es sino que un policía
reaccione naturalmente ante una agresión y ya tiene mil cámaras de celular
grabando el acto del supuesto abuso de poder y de la fuerza para después ser
difundido por redes sociales y canales nacionales, donde terminará de forma
indirecta subiendo el rating de RCN y Caracol en el horario “Prime Time”, y más
de noticieros que se hacen llamar la red independiente; en últimas, el video
llegará a manos de una ONG que buscará con afán a los supuestos agredidos para
después poner a nuestro uniformado verde oliva frente a un estrado judicial.
Pero, más difícil aún ser
policía en un país donde los detentores del poder usan su investidura para
pasar por encima de la ley y enrostrarla cuando sea necesaria sin dejar escapar
aquel cuestionamiento ofensivo: “¿usted no sabe quién soy yo?”. Porque es
nuestro uniformado el que tiene que lidiar con el alcalde, el concejal o el senador
-como el señor Eduardo Carlos Merlano- subidos de tono por los tragos que
finalizan creyendo que su cargo los haces dueños del país y el policía su esclavo.
Sin embargo, no son solo los políticos con los
que tiene que lidiar un policía sino con los borrachos de barriada que a
diferencia de los anteriores se creen los dueños de la comuna donde viven
buscando pelea hasta con la sombra, pero lo más tétrico es que éstos al llegar
la policía para calmar la situación terminan siendo respaldados por una caterva
de borrachos que provocan una batalla campal donde de nuevo nuestros
uniformados verde oliva terminan involucrados
en un supuesto abuso de poder y de fuerza, para una vez más miles de
cámaras de celular iniciar el circulo vicioso ya descrito con
anterioridad.
Igualmente recibir los
insultos de borrachos clase media que se incomodan cuando los paran en su
vehículo y les inmovilizan el vehículo para evitar posibles accidentes o evitar
que esa imprudencia de conducir con exceso de alcohol termine acabando la vida
de otra persona. Pero recordemos lo que sucedió hace poco con una mujer en
Bogotá que se encontraba pasada de tragos, en el video se veía y escuchaba a la
fémina lanzando improperios contra los uniformados tratándolos de simples
asalariados y amenazándolos de muerte después de identificar sus placas.
Estar lejos de su casa dejando
de lado el seno de su hogar, cargando con sus propios problemas y con los de la
sociedad en general, lleva a nuestro policía a una situación muy incómoda que
cualquier otro ciudadano no estaría en condición de asumir, porque en Colombia
somos muy buenos para criticar y señalar y no para asumir compromisos y
responsabilidades, y estos hombros ya lo han hecho por muchos colombianos, por
esta razón hace de ésta una profesión que se hace con vocación, servicio y
desprendimiento personal.
Con esto no quiero indicar que
en una institución tan grande como la Policía Nacional no existan policías que
no estén a la altura del compromiso del país, pero prefiero construir sociedad y
país haciendo hincapié desde el optimismo y las cosas positivas que quedarme en
la crítica destructiva; por eso, estas líneas cortas y sencillas van escritas en
honor de todos nuestros héroes que están a lo largo y ancho del país cuidando
de nosotros mientras dormimos y trabajamos, aquellos héroes vestidos verde
oliva que no dudan en ofrendar su vida para proteger la vida de los demás colombianos. Honor a nuestros
héroes policías que han caído por causa del servicio, así como aquellos que han
sufrido heridas en sus cuerpos y han soportado
el cautiverio del secuestro; nunca será olvidado este loable sacrificio. Dale
las gracias a un policía cuando lo veas y que Dios bendiga nuestra Policía
Nacional.