De las últimas actividades
académicas que desarrollé con mis alumnos el año anterior en el mes de
noviembre y diciembre, fue una actividad de campo con objetivos pedagógicos dentro
del recinto académico. Para no entrar en detalles y comprometer a nadie,
omitiré el nombre de la sede educativa, como así mismo, el nombre del centro
universitario.
La actividad que le propuse a
los chicos, fue la de realizar un video de máximo cinco minutos, donde
conformarían grupos y tendrían que entrevistar tanto alumnos, como docentes y
personal de labores administrativas. El objetivo era vincularlos a todos y en
el video los estudiantes harían las siguientes preguntas: “¿Qué es una Asamblea
Nacional Constituyente?, ¿Qué aspectos positivos le merece a usted la
constitución del 91?, ¿Qué fue la séptima papeleta?, ¿Qué son mecanismos de
participación ciudadana y cuáles conoce?, ¿Cuál es la diferencia entre un
referendo y un plebiscito?, ¿Qué es un cabildo abierto?, ¿Qué es una consulta
popular?, ¿Qué es y quién es el constituyente primario?
Para sorpresa de los
estudiantes, las personas que pretendieron entrevistar y ser grabadas en el
video, en un 90% no accedieron a responder, no tanto por la pena que les
merecía salir en el video o la intimidación que genera una cámara, sino, porque
tenían un gran desconocimiento de las preguntas que los chicos estaban
realizando. Como el video debería ser entregado para ser calificado, los
jóvenes propusieron a sus entrevistados que buscaran en internet y tener un
libreto para poder responder a las preguntas formuladas. Efectivamente, la
elocuencia de las personas al responder satisfactoriamente las preguntas
efectuadas por los entrevistadores, daba como resultado la evidencia final a
una actividad que merecería una buena calificación de mi parte.
Al realizar la retro
alimentación de la actividad, se expusieron todas las inquietudes de los chicos
y plantearon –con gran preocupación- lo difícil que fue poder encontrar
personas calificadas para salir respondiendo acertadamente preguntas básicas de
constitución y democracia en el video. Se concluyó, que los ciudadanos que
hacen parte de estos recintos académicos –en su mayoría- tienen grandes vacíos
sobre lo elemental en una democracia, poseen un gran desconocimiento sobre la
constitución del país y carecen de un mínimo de conocimiento sobre cultura
política.
La reflexión es mucho más
inusitada, entiéndase de la siguiente manera:” si esta fue la respuesta en dos
recintos académicos, ¿Cómo estará en cultura política, constitución y
democracia la ciudadanía que transita las calles de las ciudades de Colombia?”
Pretendo entonces evocar los
principios de ciudadanía que se plantearon desde la antigua Grecia, donde no
todos los individuos merecían ser llamados ciudadanos. Para tener esta
honorable distinción deberías de haber nacido en la polis, tener un alto grado
de formación académica e ilustrada, junto con su respectivo entrenamiento
militar, para posteriormente tener la obligación –entiéndase obligación como
una imposición y no una opción- de contribuir de forma auténtica por medio de
la democracia a la edificación de la gran polis. Recordemos que Atenas fue la
cuna de la democracia.
Siendo, así las cosas, ¿cómo
estamos nosotros los colombianos, en comparación con el concepto de ciudadanía
que tenían en la antigua Grecia?, ¿Cumplimos cabalmente con lo propuesto y la
condición ateniense del ser ciudadano?; podríamos comenzar por evaluar nuestras
competencias ciudadanas, entendiendo esto, podremos discernir que el ser
ciudadano no solo es el que reclama derechos, por el contrario, entiende que pertenecer
a esta gran polis nos pone ante un gran compromiso con obligaciones y
responsabilidades, la finalidad es construir y edificar al país. Para eso, se
hace necesario tener por lo menos un conocimiento básico sobre constitución y
democracia; el ser ciudadano es una condición que obliga a actuar con
responsabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario